El que no se mueve,

El que no se mueve no escucha el ruido de sus cadenas, es una instalación fotográfica que consta de cinco fotografías que aluden a cinco formas de violencia ( Simbólica, Psicológica, Física, Sexual y Reproductiva, Económica y Patrimonial[1])  específicas de la situación de la mujer en el sistema patriarcal. Las mismas están sostenidas por cadenas que permiten girar la foto para llegar a la explicación de cada violencia en el reverso de éstas. Además hay una sexta cadena, más extensa, que invita al espectador a formar parte de la difusión y erradicación de esta problemática desarmando y llevándose un eslabón de la cadena.

El fin de esta obra es, a través de la fotografía, poder brindar una mirada artística a una realidad cotidiana y de esta forma apelar a la reflexión de la sociedad.

Del mismo modo se busca un compromiso de parte del espectador a fin de que tome “cartas en el asunto” empezando por quitar un eslabón de la última cadena, como hecho simbólico de algo cuyo nivel de incidencia es incalculable, ya sea sólo compartiendo la información recibida o llevando el debate a otros espacios.

El título de la obra surge de una frase de Rosa Luxemburgo, una famosa feminista revolucionaria rusa de finales del s. XIX, principios del XX.

[1] Los tipos de violencia y sus modalidades fueron extraídos de la Ley Nacional 26.485, ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que se desarrolle sus relaciones interpersonales.

2014

 

La violencia hacia las mujeres es producto de relaciones asimétricas de poder entre varones y mujeres. Los varones violentos se consideran propietarios de sus parejas, pues reproducen estructuras socioculturales patriarcales transmitidas y sostenidas a lo largo de la historia. Esta violencia es estructural porque se asienta sobre un sistema de jerarquías impuesto por la cultura patriarcal.

A continuación desarrollo cinco tipos de violencia hacia las mujeres:

  • Violencia Física: se emplea contra el cuerpo de la mujer produciendo dolor, daño o riesgo de producirlo y cualquier otra forma de maltrato que afecte su integridad física. Su resultado más extremo es el Femicidio, esto es, el asesinato evitable de una mujer en manos de un hombre (su pareja, ex-pareja, un familiar, acosador, violador) por el sólo hecho de ser mujer, por misoginia, por sentir superioridad hacia la misma, posesión, pertenencia, control.

En nuestro país muere una mujer cada 30hs. por violencia de género.

El  50% de los asesinatos de mujeres tuvieron lugar en el ámbito intrafamiliar.

  • Violencia Psicológica: se da a través de la culpabilización, descrédito, humillación, insulto, ridiculización, chantaje, indiferencia, y demás agresiones que repercuten de manera directa en la mente de la víctima y requiere casi indefectiblemente de terapia para poder superarlo.

Pero además afecta hondamente su sistema emocional, su autoestima, su forma de relacionarse con otros, de desarrollarse como persona, sus decisiones, sus creencias, sus comportamientos, en fin, su vida misma.

Esta violencia es especialmente dañina porque muchas veces no es percibida por la víctima y la ataca a sí misma desde sus propios sentimientos de culpa y justificación.

  • Violencia Sexual y reproductiva: refiere a cualquier acción que vulnere, en cualquiera de sus formas (con o sin acceso genital), el derecho de la mujer a decidir acerca de su vida sexual y reproductiva a través de manipulación, amenazas, uso de la fuerza, incluyendo la violación dentro del matrimonio u otro tipo de relaciones vinculares. Incluye también la prostitución forzada, explotación, esclavitud, acoso, abuso sexual y trata de mujeres.

Es una agresión que atenta contra la integridad física y psíquica de las mujeres, disminuye su autovaloración y les trae severas consecuencias para la salud y para disfrutar la sexualidad.

Más del 80% de los casos de violencia sexual ocurre en lugares conocidos o en la propia casa y el abusador es una persona conocida o de la familia.

La trata convierte a la mujer o niña en una mercancía más, una verdadera esclava, despojada de todo derecho y violada hasta 30 veces por día.

Como todo delito organizado, no de carácter ocasional sino duradero, en la Argentina y en todo el mundo la trata de personas es un circuito complejo que sólo puede funcionar con el amparo, la connivencia y/o complicidad directa del aparato policial, judicial y político del Estado y es intrínseco al sistema prostituyente.

Cifras[2] :

La trata de personas recauda más de 32.000 millones de dólares anuales. (Ocupa el tercer lugar en el mundo, después del tráfico de armas y el de drogas)

Más de 4.500.000 mujeres y niñas anualmente son ingresadas a la prostitución en el mundo.

En Argentina, más de 600 mujeres y niñas están desaparecidas y secuestradas por las redes de trata.

En la ciudad de Buenos Aires hay 613 prostíbulos ilegales permitidos, 178 líneas telefónicas con avisos sexuales y cerca de 20 páginas webs prostibularias con la complicidad de la Policía, autoridades municipales y nacionales, fiscales y jueces.

Un proxeneta puede ganar 13.000 dólares por año por cada mujer que explota.

Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), Argentina es país de origen, destino y tránsito para las víctimas de trata.

  • Violencia Económica y patrimonial: implica pérdida, sustracción, destrucción, retención indebida de objetos, instrumentos de trabajo, documentos personales, bienes, valores y derechos patrimoniales además de la limitación y el control de los recursos económicos o patrimoniales de la mujer. Forma parte de las acciones que se llevan a cabo para tener el control sobre la vida de la misma.

            Muchas veces la falta de recursos económicos es lo que impide a la mujer el salir   de las relaciones de violencia en la que está sumida, más aún con la tenencia de hijo/as.

            Incluye también la percepción de un salario menor por igual tarea, dentro de un mismo lugar de trabajo, situación que aún hoy es frecuente.

  • Violencia Simbólica: se genera por medio de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos que transmiten y reproducen dominación, objetualización y discriminación, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad. La educación escolar, familiar, religiosa, la moda, los medios, van estructurando estos roles y posiciones sociales a lo largo de nuestras vidas.

En cierta forma es la más frecuente, ya que sucede todos los días a todas las mujeres pero sin embargo es la más sutil e invisibilizada.

Así “naturalmente”, las mujeres acceden a tener relaciones sexuales sin desearlo, a realizar más trabajo doméstico que los hombres, a asumir la responsabilidad del cuidado de los/as hijos/as, a postergar iniciativas personales, a adecuarse a determinados parámetros de belleza (y hasta morir en el intento), etc.

 

La violencia, es una conducta arraigada en y por procesos culturales, de ningún modo es natural sino que está naturalizada. La naturalización de los lugares sociales adjudicados a hombres y mujeres es llevada también al campo de la violencia. Si creemos que la violencia es natural nos llevará a pensar que no la podemos modificar, y que nadie es responsable por el comportamiento violento. En cambio, la desnaturalización posibilita la transformación.

[2] Estadística de la red de organizaciones no gubernamentales que se ocupan de buscar víctimas y contener a las familias.

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